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Primera Política Nacional de Juventudes Rurales: Una conquista de la sociedad civil y una apuesta por el futuro del campo.

Ts: Daniel Tobar Jara / 01-09-2025.

Resumen

El mundo rural chileno enfrenta un dilema histórico: representa el 83% del territorio nacional, pero alberga apenas al 25% de la población, con una tendencia clara al despoblamiento y envejecimiento de sus comunidades. Las juventudes rurales, que hace 25 años constituían uno de cada cuatro habitantes en las comunas campesinas, hoy apenas alcanzan uno de cada cinco, con una caída del 13% en su número total. Esta reducción implica menos dinamismo productivo y cultural, menos fuerza laboral y menos arraigo en los territorios, debilitando las bases del desarrollo rural. A estas cifras se suman brechas estructurales que afectan directamente las oportunidades de los jóvenes: 43% de viviendas sin acceso a agua potable, 90% de hogares sin internet fijo, un déficit habitacional de más de 36 mil viviendas y un 28% de pobreza multidimensional, casi el doble que en las zonas urbanas.

En respuesta a estas tensiones, el Gobierno de Chile lanzó en julio de 2025 la Primera Política Nacional de Juventudes Rurales (PNJR), diseñada por el Ministerio de Agricultura y el Ministerio de Desarrollo Social y Familia, con participación de INDAP, ODEPA e INJUV. Este hito se construyó mediante un proceso participativo que reunió a cerca de 3 mil jóvenes rurales, quienes expresaron sus demandas y propuestas. Su aprobación, en una ceremonia simbólica conmemorando la Reforma Agraria y la sindicalización campesina, se interpreta como la concreción de una larga lucha de la sociedad civil organizada por instalar en la agenda pública el derecho de las juventudes campesinas a vivir, producir y desarrollarse en sus territorios. La PNJR fija como ejes centrales el acceso a tierra y agua, la autonomía económica, la conectividad digital, la formación técnica y universitaria pertinente, la participación política y comunitaria, el bienestar integral y el compromiso ambiental. En síntesis, esta política constituye una herramienta estratégica frente a la migración campo-ciudad, devolviendo al mundo rural un horizonte de futuro sustentado en la fuerza transformadora de su juventud.

Palabras clave: Juventudes rurales, política pública, emprendimiento campesino, desarrollo territorial, movilidad social, innovación rural, soberanía alimentaria.

Extensión

La PNJR surge como respuesta a un fenómeno persistente: la emigración juvenil hacia los centros urbanos. Las cifras lo confirman: la población joven rural se ha reducido en más de un 13% en los últimos 25 años, y aunque el 81% de las y los jóvenes de regiones como O’Higgins y Maule manifiesta querer permanecer en sus comunas en los próximos tres años, esta intención se erosiona a medida que aumenta el nivel educativo, especialmente entre universitarios que visualizan mayores oportunidades en las ciudades. El desafío, entonces, no es solo mantener a los jóvenes en el campo, sino ofrecerles condiciones materiales y simbólicas que hagan viable y atractivo su arraigo.

El estudio de caracterización de juventud rural emprendedora (FIA, 2025) aporta hallazgos claves: de 763 encuestas aplicadas en O’Higgins y Maule, entre un 39% y un 48% de jóvenes rurales se reconocen como emprendedores, pero más del 70% de ellos carece de formalización ante el SII, lo que refleja la precariedad de su inserción económica. La mayoría de los emprendimientos no son agrícolas (predominan la venta de ropa, alimentos y servicios) aunque un 16% a 18% sí se orienta al agro, con rubros como horticultura, viveros, apicultura y producción animal. Estos datos demuestran tanto la capacidad creativa de la juventud como la ausencia de un ecosistema institucional robusto que permita dar sostenibilidad a sus iniciativas.

La PNJR dialoga directamente con esta realidad, proponiendo medidas como Mi Primer Negocio Rural, que entrega financiamiento y acompañamiento técnico a proyectos juveniles, o Tierra Joven, que busca derribar la principal barrera histórica: el acceso a tierra productiva. Además, establece la necesidad de articular financiamiento con tasas preferenciales vía BancoEstado, arriendo justo de suelos fiscales y una inversión inédita de INDAP priorizada en juventudes rurales, que entre 2022 y 2024 superó los $112 mil millones. No obstante, la política va más allá del fomento productivo: reconoce que el arraigo juvenil requiere condiciones integrales de vida, por lo que incorpora dimensiones como salud mental, participación comunitaria, educación técnica y universitaria vinculada al agro y conectividad digital, ámbitos señalados por los propios jóvenes como fundamentales para proyectar su futuro.

La voz de las juventudes en los grupos focales revela la profundidad de sus desafíos. Emprender en el campo implica enfrentar costos elevados, falta de acceso a financiamiento, trabas burocráticas y limitaciones en conectividad. Además, persisten barreras de género: mujeres jóvenes reportan mayores dificultades por la doble carga del cuidado y el estigma social, aunque valoran el acceso a programas específicos de apoyo (INDAP, Prodesal). Pese a ello, existe un fuerte sentido de identidad con el mundo rural, motivado por historias familiares, el cariño por la tierra y la búsqueda de independencia laboral. El estudio muestra que la mayoría de las juventudes emprendedoras asocia la innovación con “mejorar y modernizar”, y ya implementan prácticas como el uso de drones, reutilización de subproductos agrícolas o el desarrollo de agroprocesados. Estos ejemplos reflejan que la juventud no solo desea quedarse, sino que puede transformar el campo si cuenta con el respaldo adecuado.

En este sentido, la PNJR debe ser entendida como una política bisagra: conecta el diagnóstico crítico sobre el despoblamiento rural con el potencial innovador de las juventudes campesinas. Vincula la memoria de luchas históricas por la tierra con las nuevas demandas de conectividad, educación, asociatividad y equidad de género. Y, sobre todo, otorga reconocimiento político a un sector invisibilizado, instalando la juventud rural como actor clave del desarrollo territorial y de la soberanía alimentaria.

Conclusión

La implementación de la Primera Política Nacional de Juventudes Rurales no debe ser vista como un punto de llegada, sino como el inicio de un nuevo ciclo de transformación territorial. Al colocar en el centro a las juventudes, se reconoce que el futuro del campo no depende únicamente de subsidios o infraestructura, sino de la capacidad de sus habitantes jóvenes para innovar, emprender y sostener comunidades vivas y resilientes. Los hallazgos del estudio en O’Higgins y Maule confirman que existe un capital humano dispuesto a quedarse y aportar, siempre que existan políticas que reduzcan la precariedad, acompañen la formalización de sus emprendimientos y eliminen las barreras de acceso a tierra, agua, financiamiento y redes.

Para las organizaciones campesinas y la sociedad civil, el desafío es doble. Por un lado, acompañar la implementación de la política con vigilancia activa, asegurando que los compromisos se cumplan y que los recursos lleguen efectivamente a los territorios. Por otro, fortalecer el tejido organizativo juvenil, promoviendo liderazgos colectivos y articulaciones territoriales que trasciendan los proyectos individuales y construyan movimiento social. Solo así se logrará que la PNJR se consolide como una política de Estado y no como una medida coyuntural.

La juventud rural chilena no solo enfrenta adversidades; también porta saberes, identidades y creatividad que son esenciales para un desarrollo con justicia territorial. Cada joven que decide quedarse en el campo es una apuesta por la soberanía alimentaria, la preservación cultural y la sostenibilidad ambiental. En este horizonte, la PNJR constituye una herramienta de proyección, pero su éxito dependerá de la capacidad de la sociedad organizada para convertirla en motor de cambio.

En definitiva, lo conquistado con la PNJR debe ser entendido como fruto de la movilización campesina y de la alianza entre juventudes rurales, organizaciones sociales e instituciones públicas. El futuro está en juego: o se profundizan las brechas y el campo sigue despoblándose, o se consolida un modelo donde la juventud sea protagonista del renacer rural. El camino está abierto; ahora corresponde recorrerlo con decisión, participación y compromiso colectivo.

Textos digitales orientadores:

https://www.fia.cl/Portals/Estudio_Jovenes_Ohiggins_Maule.pdf

https://expochileagricola.cl/wp-content/uploads/2024/09/17-hrs-Situacion-actual-de-la-Juventud-Rural.pdf

https://prensa.presidencia.cl/comunicado.aspx?id=301821

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