![]() | Una pieza estratégica para asegurar el empleo
La Agricultura Familiar Campesina representa más del 80% de las explotaciones agrícolas en América Latina y el Caribe; provee, a nivel país, entre 27 y 67% del total de la producción alimentaria; ocupa entre el 12 y el 67% de la superficie agropecuaria, y genera entre el 57 y el 77% del empleo agrícola en la Región, subrayan los documentos oficiales de la FAO y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
En virtud de este colosal aporte al desarrollo, la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO), viene proponiendo a los gobiernos desde marzo pasado brindar la mejor asistencia técnica posible para potenciar el rol que la Agricultura Familiar Campesina debe desempeñar en el desarrollo rural, económico y en la seguridad alimentaria en la región.
Los especialistas de la FAO ante la escalada de precios de los alimentos que se registra en los últimos años y su creciente volatilidad, se ha reconsiderado el rol fundamental que tiene la Agricultura Familiar Campesina (AFC), como proveedora de alimentos, mitigador de la pobreza, y como refugio ante shocks económicos y medioambientales.
En su propuesta a los gobiernos de America Latina y El Caribe la FAO además de subrayar la importancia de la AFC como proveedor de alimentos para las ciudades, generador de empleo agrícola y fuente de ingresos para los más pobres, dice que la actividad que despliegan los campesinos es de carácter estratégico para alcanzar un desarrollo equilibrado de los territorios y de las comunidades rurales.
El organismo internacional sostiene además que la Agricultura Familiar es un modelo productivo que favorece el arraigo de la familia al medio rural, crea redes de protección social y permite preservar y potenciar aspectos culturales, habilidades, destrezas y tradiciones y genera empleos directos e indirectos.
Los especialistas del organismo internacional valoran altamente a la AFC por su enorme contribución para la conservación y mejoramiento de los suelos junto con su menor dependencia del petróleo y derivados, y su práctica de sistemas de policultivos y silvoagropecuarios, que juega un papel fundamental en la mitigación y adaptación al cambio climático.
En los organismos internacionales se reconoce la gigantesca transformación de la AFC, actividad “que tradicionalmente se enmarcaba como un problema de pobreza rural, se convierte ahora en parte de la solución del problema del hambre y seguridad alimentaria en la Región”, por eso que la FAO recomienda a los gobiernos modificar y cambiar las políticas que detienen el desarrollo de la AFC y fortalecer todos los mecanismos para fortalecerla.
Para la FAO, resulta “fundamental entonces conocer, caracterizar y cuantificar la Agricultura Familiar para poder diseñar políticas diferenciadas, alineadas con las políticas macroeconómicas, comerciales y de inversión pública de los Gobiernos, y así mejorar su desempeño, su inserción y su aporte a la economía de los países; asimismo, para reconocer la importancia y el alto potencial de la Agricultura Familiar, y posicionarla en la agenda de política pública de los países”.
Para responder a esta visión, en el marco de la FAO los gobiernos concordaron criterios políticos en torno a cuatro áreas estratégicas para impulsar en el mediano plazo un Marco estratégico de cooperación para fortalecer a la Agricultura Familiar Campesina.
Esta estrategia internacional – que valora con objetividad el aporte de la Agricultura Familiar Campesina-, se propone además preparar un criterio amplio para asumir con seriedad y responsabilidad los cambios climáticos, la sostenibilidad ambiental, la seguridad alimentaria y nutricional en America Latina y el Caribe. (Fin).
Eduardo Henríquez P. Periodista |
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