Resumen: Cada 28 de julio, el país conmemora el Día del Campesino y la Campesina, una fecha que guarda la memoria de dos hitos históricos que transformaron el campo chileno: la Ley de Reforma Agraria (N°16.640) y la Ley de Sindicalización Campesina (N°16.625), ambas promulgadas en 1967 bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva. Estos avances no sólo rompieron con siglos de injusticia y concentración de tierras, sino que reconocieron por primera vez al campesinado como sujeto político, con voz, organización y dignidad. La Reforma Agraria significó la redistribución de tierras, la erradicación del inquilinaje y el impulso de una nueva estructura productiva. A su vez, la sindicalización abrió un ciclo de organización y defensa de derechos colectivos, elevando la participación política y social del mundo rural. Sin embargo, este proceso fue interrumpido brutalmente en 1973, cuando la dictadura cívico-militar inició la contrarreforma: devolviendo tierras, persiguiendo dirigentes, privatizando el agro y mercantilizando la tierra.
Hoy, a 58 años de esos acontecimientos, las organizaciones campesinas —como el Movimiento Unitario Campesino y Etnias de Chile (MUCECH)— consideran esta conmemoración como una oportunidad para valorar el legado histórico de lucha y compromiso, pero también como una jornada de proyección estratégica: porque el campesinado actual enfrenta nuevos desafíos como el cambio climático, la crisis hídrica, la presión del agronegocio y el recambio generacional. En ese marco, se abre una nueva etapa, marcada por el proceso de actualización de la Ley Orgánica de INDAP, con participación del mundo rural, promovido por el Ministerio de Agricultura, y apoyado técnicamente por la FAO.
Este 28 de julio no es solo una celebración, es una reafirmación del compromiso por un campo justo, productivo, sustentable y vivo. Reconocer el pasado, levantar la voz en el presente y construir políticas públicas que aseguren el protagonismo campesino en el futuro, es una tarea de toda la sociedad.
Palabras clave: Campesinado, Reforma Agraria, Sindicalización Campesina, Agricultura Familiar, INDAP, MUCECH, Día del Campesino, ruralidad, derechos sociales, memoria histórica.
Extensión: La Reforma Agraria en Chile, entre 1962 y 1973, representó uno de los procesos de transformación estructural más profundos en la historia rural del país. Frente a una economía agraria concentrada, improductiva y basada en el latifundio, surgió la necesidad de redistribuir la tierra, dignificar el trabajo campesino y democratizar el poder en el campo. La ley 16.640 de Reforma Agraria y la ley 16.625 de Sindicalización Campesina vinieron a responder no sólo a un problema económico, sino a una injusticia social histórica. Su promulgación permitió entregar más de 1,3 millones de hectáreas a campesinos y pequeños productores, eliminando el inquilinaje, mejorando las condiciones laborales y garantizando, por primera vez, acceso a la tierra como derecho.
Este proceso transformó la vida de miles de familias. Se crearon cientos de sindicatos y asociaciones campesinas que organizaron la vida productiva, cultural y política del mundo rural. El campo dejó de ser un espacio de sumisión para convertirse en un territorio de dignidad, participación y derechos. Sin embargo, tras el golpe militar de 1973, estas conquistas fueron violentamente interrumpidas. Se implementó una contrarreforma que devolvió tierras a antiguos propietarios, desarticuló las organizaciones campesinas, instaló un modelo de desarrollo agroexportador orientado a la concentración del capital y la privatización de los bienes comunes.
A pesar de estos retrocesos, el campesinado chileno resistió, se reorganizó y volvió a levantar su voz. En las últimas décadas, la Agricultura Familiar Campesina e Indígena (AFCI) ha recuperado su lugar en el debate público. Organizaciones como MUCECH han sido fundamentales en articular al sector rural, defender el patrimonio campesino y proyectar una ruralidad viva, activa y crítica. En esta línea, el reciente proceso participativo de actualización de la Ley Orgánica de INDAP, iniciado en julio de 2024, representa una oportunidad concreta de abrir un nuevo ciclo de reformas, esta vez con perspectiva de derechos, sustentabilidad y equidad territorial.
La modernización de INDAP no es sólo un ajuste administrativo; es una señal política que reconoce la urgencia de fortalecer la AFCI frente a desafíos estructurales: cambio climático, crisis hídrica, migración rural, envejecimiento demográfico y concentración del mercado agrícola. La participación de jóvenes rurales, mujeres campesinas y pueblos originarios no puede ser retórica. Es necesario generar instrumentos reales de financiamiento, educación técnica, acceso a tierra, agua y semillas. El Estado debe ser garante de la soberanía alimentaria y de la sustentabilidad de los territorios, no simple facilitador del mercado.
Hoy el campo chileno enfrenta una nueva encrucijada. La disputa no es solo por recursos, sino por el modelo de desarrollo. ¿Seguiremos profundizando la mercantilización de la agricultura o avanzaremos hacia un sistema basado en la AFCI, con justicia social y cuidado del medio ambiente? La respuesta no vendrá de arriba: debe construirse desde los territorios, desde los sindicatos, desde los movimientos campesinos que aún conservan la memoria viva de la Reforma Agraria y el impulso transformador que la acompañó.
Conclusión: Conmemorar el Día del Campesinado no es un acto de nostalgia, es una necesidad política y cultural. Es mirar atrás para proyectar hacia adelante. Las luchas por la tierra, por el derecho a organizarse, por la dignidad del trabajo campesino, no son asuntos del pasado. Siguen vigentes. Porque los desafíos actuales del campo chileno (la escasez hídrica, el extractivismo, la crisis alimentaria global, el abandono estatal, la expulsión de los jóvenes rurales) exigen respuestas estructurales, no asistencialismo.
Desde el sector civil campesino organizado, representado por organizaciones como MUCECH, sostienen el compromiso con un modelo de desarrollo rural basado en la soberanía alimentaria, el acceso justo a la tierra y al agua, la promoción del cooperativismo, y la defensa del mundo rural como espacio de vida y cultura. Valorando el proceso participativo que ha iniciado el Ministerio de Agricultura para reformar INDAP, optimistas en que ese proceso no quede en el marco de consulta. Que las voces campesinas, indígenas, de mujeres y juventudes, no sólo sean escuchadas, sino que orienten las políticas.
Este 28 de julio abrazamos a todos quienes trabajan la tierra con sus manos, con amor, sabiduría y lucha. Reconocemos a quienes fueron protagonistas de la Reforma Agraria, a quienes resistieron la contrarreforma, y a quienes hoy se levantan desde los territorios para seguir construyendo soberanía desde abajo. El campo no es atraso, es futuro. No es marginalidad, es centro estratégico para el bienestar del país.
Reivindicar la memoria campesina, fortalecer nuestras organizaciones y luchar por políticas públicas justas es la mejor manera de celebrar este día. Que el Día del Campesinado no sea solo una efeméride, sino un punto de partida para una nueva etapa de transformación rural con justicia, dignidad y soberanía.
Ts Daniel Tobar Jara, 27/07/2025.